Tengo miedo y no dudo al decirlo,
estamos viviendo momentos complicados, no importa desde donde lo vea, ningún ángulo
mejora la imagen, los números cambian todos los días, y siempre van subiendo,
no cambian la ruta, van mostrando lo peor y es realmente espeluznante.
Soy un papá más que se encuentra
encerrado, cumpliendo con los decretos y las normas que van saliendo día tras
día, uno de los millones de padres que no la tienen clara, de esos que no
sabemos si habrá un mejor mañana, si seguiremos con trabajo, si seguiremos
sanos. Yo no sé cuánto tiempo más tendrá que pasar para poder abrazar a mi mamá
de nuevo, a la que tanto extraño, si podré hablar con mis abuelos en persona
nuevamente, si podré sacarme nuevas fotos con ellos, ya que ambos son bastante
mayores, son parte de la población en riesgo.
Los niños son los que peor la
tienen, porque están acostumbrados a salir a cada rato, a disfrutar de los
amigos, a pisar el parque, a jugar pelota. Mi hija extraña el colegio, extraña
a sus amigos, extraña a su familia, extraña poder salir, continuar con sus
actividades diarias y sus talleres. Inocentemente pregunta cada cierto rato si
puede salir unos minutos al parque interno del condominio, solo nos queda
explicarle nuevamente que no se puede, ella entiende, pero a los días se
olvida, soy el peor carcelero del mundo.
Ya son cinco semanas que llevamos
dentro, es verdad que salimos, pero una vez a la semana, manteniendo el
distanciamiento social y cumpliendo con todos los protocolos de aseo. Yo salgo
semanalmente a comprar víveres, enmascarado como un superhéroe de Marvel o como
un bandolero del viejo oeste, caminando, porque no podemos usar el automóvil,
arrastrando la carretita, esa cosa con ruedas que se ha vuelto mi pareja de
caminatas, que me ayuda a cargar de vuelta los insumos necesarios para
sobrevivir los próximos siete días.
No tengo que ir muy lejos, pero las
veces que he tenido que salir me he demorado demasiado, las colas para poder
hacer algún tramite bancario son de nunca acabar, entrar a una tienda es peor,
puedo estar dos horas esperando, parecemos una fila de zombis, uno detrás del
otro, nadie habla, nadie conversa, avanzando a paso lento e inseguro, con el
miedo a flor de piel, preguntándome si quien está delante mío estará igual de
sano que yo, si se cuida igual que yo, si tiene una familia que lo está
esperando en casa, como a mí. Vivo en una constante preocupación, pensando en
si la cajera que me cobra en la tienda no estará incubando el virus, si el
chico que me ayuda a empacar las compras estará igual de asustado que yo,
preocupado por el resto de los clientes de la cola, esperando que se acabe el
turno para salir de esa tortura infinita.
Los tiempos están cambiando, ahora
las reuniones de amigos son por Zoom, si antes no tenía tiempo para reunirnos,
ahora nos hemos visto más veces que en los últimos 25 años. Ver a mi abuela a través
de una video llamada es un logro de otro nivel, conversar con mi familia ahora
es más común y es más sencillo, no necesito ir a visitarlos, estamos a un clic
de distancia, nos vemos más seguido, conversamos más seguido. Por lo visto no
todo es malo al final de cuentas.
La tecnología nos está uniendo
mucho más, antes nos mantenía separados, mi hija ahora recibe sus clases por
video conferencia, sus materiales llegan por correo electrónico y le mandamos
fotos y videos a las profesoras, justificando los avances. Yo ahora trabajo
desde casa, resuelvo problemas desde mi escritorio, no tengo que estar dentro
de una oficina 8 o 9 horas diarias, disfruto más este encierro porque tengo a
mi familia conmigo, no a todos lamentablemente, pero estoy disfrutando cada
minuto que pasamos juntos. Ahora hago de profesor y de apoyo en las tareas del
colegio, tengo tiempo libre para ver televisión juntos, esos minutos que gastaba
viajando de ida y vuelta a la oficina los aprovecho en casa. Somos fanáticos de
Netflix, saltamos soga, jugamos vóley-globo en la sala comedor, he desenterrado
el monopolio y estoy a punto de comprar algún otro juego de mesa en mi
siguiente salida.
No todo es malo, siempre donde hay
problemas se presentan las mejores oportunidades, sin embargo, el miedo no se va,
y eso es lo más difícil, hoy tener miedo es normal.
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